La exposición a una radiación solar continuada sin ninguna protección puede perjudicar la visión si no se extreman las precauciones. En caso contrario, es posible sufrir daños en las distintas estructuras oculares, como es el caso de la córnea, el cristalino o la retina.
La capacidad de absorción de estas radiaciones varía con la edad del individuo. Los niños poseen mayor transmitancia ocular por lo que absorben menos radiación y pueden sufrir mayor daño ocular.
A la hora de elegir unas gafas de sol que palien estos problemas, los usuarios deben contar con el asesoramiento y la prescripción de un óptico-optometrista de manera personalizada, ya que cada ojo posee una sensibilidad distinta a la luz. El usuario debe exigir que las gafas de sol tengan especificado el número de categoría de filtro, que puede oscilar de 0 a 4 en función de su capacidad de absorción de los rayos solares.
Por ello, es necesario que las gafas de sol absorban el 100% de la radiación ultravioleta y que el establecimiento donde se adquieran cuente con todos los controles y permisos para la venta de este tipo de producto sanitario.
Este tipo de filtros se deben utilizar también cuando exista presencia de nubes y no solo en verano, ya que en días nublados el índice de radiación ultravioleta puede ser igual o mayor que en días soleados, debido a la dispersión que sufre esta radiación a través de las nubes.
En el caso de sufrir alguna patología, es posible que la prescripción de un filtro solar convencional no sea suficiente. En esta situación, es necesario que el óptico-optometrista recomiende un filtro de absorción selectivo que neutralice y bloquee la luz azul o de longitud de onda corta, además de los rayos ultravioletas.