Baja visión es la condición visual que padece una persona con una reducción importante de su visión, que no mejora utilizando la adecuada corrección en gafas, lentes de contacto e incluso acertados tratamientos farmacológicos o cirugía, y que por ello sufre una incapacidad para realizar algunas tareas de la vida cotidiana.
Para esta condición, la función del óptico-optometrista es determinar y potenciar el resto visual del paciente mediante el uso de ayudas especiales que permitirán recuperar cierta funcionalidad para las actividades abandonadas. Después de una evaluación de los aspectos ópticos y funcionales de la persona destinada a mejorar la visión y conseguir realizar las actividades deseadas, el óptico-optometrista prescribirá las ayudas ópticas específicas para cada paciente y actividad.
Una de estos productos que facilitan la realización de actividades cotidianas de cerca como leer o coser son los sistemas con aumentos (lupas), características por ofrecer una notable magnificación de la imagen en el objeto al que se está enfocando. Se suelen prescribir como complemento de otras ayudas y permiten una buena distancia de trabajo aunque tienen un campo visual reducido.
Existe una amplia variedad de opciones dentro de las lupas. Entre otras muchas, pueden ser de mano –para utilizar en momentos puntuales, como las letras pequeñas al leer el periódico-, sujetas a un soporte -que evitan vibraciones de la mano, sobre todo en las personas de avanzada edad-, de superposición –pudiéndose colocar directamente en las gafas sin necesidad de sujetarlas-, electrónicas, etc. y cada una de ellas con una finalidad concreta.