En la actualidad, cada vez existen más pacientes mayores que, por cualquier motivo, patología o cirugía, ven disminuida su agudeza visual a valores muy bajos.
Consideramos la Baja Visión como una disminución de las funciones visuales, no recuperable por tratamiento y/o corrección refractiva. Si un profesional a cargo de su atención visual le dice que su visión no puede ser totalmente compensada con gafas de prescripción común, tratamiento médico o cirugía, y si aún tiene algo de visión usable, usted tiene lo que se llama “baja visión”.
Se considera paciente de baja visión a todo aquel cuya agudeza visual esté comprendida entre 0.05 y 0.3, en el mejor ojo y/o un campo visual inferior a 20º en el mejor ojo. Estos pacientes mantienen una visión útil, a la que se denomina ‘resto visual’. Este resto visual puede ser mejorado o potenciado mediante la adaptación de ayudas ópticas y no ópticas y una posterior rehabilitación visual, con el fin de que estos pacientes puedan volver a desarrollar al menos algunas de las tareas abandonadas.
El concepto de baja visión difiere del de ceguera. Las personas con baja visión son capaces de utilizar su resto visual para poder seguir realizando algunas actividades diarias. Sin embargo, hay que diferenciarlo del concepto de ceguera legal, que alude a aquellas personas con una agudeza visual inferior a 1/10 y/o un campo visual inferior a 10º, siendo en este caso muy difícil la rehabilitación visual.
En España existen aproximadamente 2 millones de personas que padecen baja visión y de estos, un 75% son mayores de 45 años.
Los ópticos-optometristas pueden determinar el alcance del resto de visión de la persona y prescribirle dispositivos ópticos especiales que le ayuden a usar de la mejor manera posible la visión que tiene al magnificar, filtrar o aumentar el campo de visión usable.