A lo largo del día, los menores en edad escolar someten su visión a un elevado número de tareas, como leer, estudiar, hacer deporte, jugar con videojuegos…, haciendo que sus ojos trabajen a pleno rendimiento durante toda la jornada. Esta premisa adquiere una mayor importancia con la llegada del nuevo curso a los centros escolares.
La ‘vuelta al cole’ puede llevar implícita la aparición de una serie de síntomas tales como dolores de cabeza, escozor y dolor ocular; o malos hábitos, como acercar demasiado los ojos al libro de texto, a las tablets, smartphones o a la pantalla del ordenador. Estos síntomas pueden ser indicadores de dificultades visuales en el niño y deberían de ser tratados de inmediato por un óptico-optometrista. En caso contrario, podrían traducirse en malos resultados académicos o en falta de atención del alumno en clase.
En este sentido, estos defectos visuales que les impiden seguir el ritmo de las clases, atender a las explicaciones de la pizarra, leer con rapidez y comprensión o estudiar cómodamente, no tienen que reflejar necesariamente una apatía del niño en cuestión a los estudios.
Tanto las anomalías visuales refractivas (miopía, hipermetropía o astigmatismo) como los problemas de visión binocular (fijación, acomodación, vergencias o movimientos oculares), no son enfermedades, sino deficiencias funcionales de la visión. Por ello, cobra especial importancia la temprana detección de estas anomalías y la consiguiente puesta en marcha de un tratamiento adecuado, ya sea con terapia visual, gafas o lentes de contacto, que mejorarían el rendimiento de estos alumnos.
Es cierto que, durante las primeras etapas escolares, determinados centros educativos realizan exámenes visuales infantiles de manera bianual. Sin embargo, estas revisiones son insuficientes, ya que se limitan a comprobar la agudeza visual del alumno en visión lejana, sin realizar pruebas que evalúen su rendimiento visual a la hora de realizas actividades en visión cercana, como al leer o estudiar.
En la etapa escolar, los ópticos-optometristas insistimos en la necesidad de pasar exámenes visuales específicos con una periodicidad al menos anual, siendo recomendables, a ser posible, al comienzo de cada curso y durante las épocas de mayor actividad (2º y 3º trimestre) para conseguir, además, el máximo desarrollo de sus capacidades visuales y su máxima adaptación a las exigencias del aprendizaje. Precisamente, en estas fases se realiza un mayor esfuerzo ocular y es donde pueden aparecer con mayor frecuencia problemas relacionados con la visión binocular.
Por todo ello, recomendamos a los tutores y educadores que observen la conducta visual de sus alumnos y pongan en conocimiento de los padres y madres cualquier anomalía que puedan detectar. En el apartado de esta sección tienen una lista de síntomas que les puede indicar la necesidad de un examen visual.