Protección solar en zonas costeras


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El sol, fuente principal de vida, también puede resultar tremendamente perjudicial para el organismo humano, sobre todo, si se abusa de él. Nuestro cuerpo necesita recibir el sol para realizar la síntesis de la vitamina D, indispensable para evitar enfermedades como el raquitismo, pero en exceso, produce graves daños en la piel y los tejidos humanos.

En zonas costeras el riesgo es especialmente alto, dado que la luminosidad y la radiación son reflejadas muy eficazmente sobre la arena y el agua incrementando los riesgos de daños solares. La arena seca de la playa refleja hasta el 17% y el agua del mar hasta el 25%. Por ello, se debe prestar especial atención a la protección solar al realizar deportes o actividades náuticas.

También hay que tener también en cuenta que las sombrillas de playa no eliminan la totalidad de la radiación solar.

Precisamente, un equipo de investigadores de la Universidad de Valencia (UV) ha comprobado que bajo las sombrillas de playa se filtra un 34% de radiación ultravioleta. Es cierto que interceptan todo el flujo directo que llega del Sol, pero no la radiación difusa que se cuela por los lados.

Para lograr una mejor protección ocular y evitar que los rayos solares alcancen directamente el ojo es imprescindible extremar las precauciones, como por ejemplo amortiguar la incidencia directa de los rayos solares en la visión con gafas de sol adecuadamente homologadas y especiales para ser utilizadas en zonas costeras, que bloqueen la totalidad de la luz ultravioleta.

Unas lentes no homologadas solo serían capaces de filtrar la luz visible y no la radiación ultravioleta, que sería la realmente dañina. Al no detectar suficiente luz, la pupila se dilata más de lo habitual, permitiendo entrar una mayor cantidad de radiación ultravioleta perjudicial e incrementando el riesgo de la aparición de lesiones oculares.