El astigmatismo es un problema refractivo muy frecuente entre la población y suele estar en relación directa con otros defectos de esta misma índole, como la miopía o la hipermetropía.
Esta alteración viene dada por una modificación de la curvatura de los medios oculares (córnea, cristalino) provocando una refracción diferente entre dos meridianos oculares. Es decir, los medios no son esféricos, lo que produce una alteración de la forma e implica que cuando los rayos de luz atraviesan el ojo se forman dos focos diferentes y no coinciden en la retina. Esta situación provoca una disminución de la agudeza visual, visión borrosa, cefaleas y que los objetos enfocados aparezcan distorsionados.
Dentro de este defecto se puede distinguir entre astigmatismo regular (cuando los dos meridianos oculares se sitúan en un ángulo de 90 grados, pudiéndose compensar con lentes, al ser uniforme la refracción resultante), o irregular (cuando la curvatura de los meridianos principales no poseen la regularidad anterior al no situarse en ángulo recto uno con respecto al otro). En este caso es más complicada su compensación.
El óptico-optometrista es la figura encargada de detectar este tipo de defecto refractivo y mostrar y aplicar los tratamientos concretos existentes.